Mi egopracticismo me lleva a desvirgar este blog con uno de los temas filosófico-morales más discutidos; el egoismo de la felicidad.
En un mundo individual y voayerista, cada uno encuentra su hueco donde puede. Todos buscamos la aprobación de los demás para confirmarnos, ennseñando la vida que no tenemos. Buscamos, cada vez más, el placer en la irrealidad mostrando proyecciones positivas del ser al que quisiéramos parecer.
Hoy es tan verdad lo virtual como la real. No hay fronteras, no existen los "no"; estamos conectados con gente, lugares y opciones en cualquier rincón del planeta. Puedes acceder y alcanzar lo que quieras. Abiertas las fronteras físicas, se abren también las mentales y, con todas las posibilidades y opciones a nuestro alcance, el apetito aumenta exponencialmente al compromiso, o en este caso a la falta de compromiso.
Nadie quiere renunciar a nada. Nadie quiere perderse nada. Nadie se compromete a nada.
El placer es tal y las opciones para satisfacerlo son tantas que se hace muy complicado renunciar a ellas. Creo firmemente que el mayor placer en la vida es el egoísmo merecido; el egoísmo justificable. Uno no puede hacer lo que le venga en gana porque sí, necesita compensar la parte moral de la ecuación para lograr la felicidad.
Es justo y deseable buscar el placer si en tu búsqueda no perjudicas el placer o la felicidad de los que te rodean.
El mayor de los placeres nos viene dado por la libertad, la opción de elegir, pero ser egoísta de manera justificada es mucho más placentero ya que evitas el remordimiento que produce la moral. Moral y hedonismo no son antónimo (ni sinónimos), pero su relación resulta clave para entender la justa medida de ambos.
Hay quienes encuentran placer en hacer las cosas justas y en hacer felices a los demás. Buscan su felicidad a través de la felicidad que provoca en los demás. Estamos, en parte, creados para eso y el sexo es un buen ejemplo; la naturaleza quiere que disfrutemos durante el coito. Nos premia para evitar que la reproducción se convierta en un compromiso racional. El hedonismo camuflado de una razón natural, la supervivencia.
El disfrute se alcanza, en primera instancia, por el bienestar personal y el disfrute altruista de satisfacer a los demás es placentero en tanto en cuanto te hace sentir bien (egoísmo nuevamente) por haber logrado ese objetivo.
Creo que una de las claves más importantes de la felicidad está en darse cuenta de que no hay más realidad que la presente y evitar buscar respuestas en lo venidero. No buscar la felicidad donde no estamos, sino valorar lo que tenemos en cada momento. Me ha llevado muchos años entender esto y estoy lejos de poder afirmar que lo he conseguido.
La libertad, motor de la felicidad, es el único de todos los valores que un ser humano puede alcanzar, que le permite superar los obstáculos convirtiéndolos en éxitos y satisfacciones personales. Ser libre es ser egoísta y ser egoísta es querer ser libre.
Para mi, el surf es la pura expresión del máximo placer y libertad, una falta de dependencia con la que disfruto de la libertad de quien se sabe solo, rindiendo cuentas sólo a mí mismo. En paz interior y exterior.
La inmensa mayoría de la gente, busca la felicidad en la acumulación de bienes que les restan libertad. Casas, coches, hipotecas... todo lo que te convierte en esclavo de una vida que no siempre tiene por qué ser definitiva. ¿Dónde quedó la opción de poder cambiar de vida a nuestro antojo? ¿O es que queremos lo mismo a los 30 que a los 60? No hay barcos, coches, casas ni fortunas que valgan la libertad de no tener nada.
Cada uno tiene su visión del placer y de lo que le hace feliz; sólo tiene que abrirse a ver de qué se trata y hacer de su felicidad, su vida; de su meta, su objetivo; de su objetivo, su presente y de su presente, su libertad.